Artículo Semanal Vidimar "La validación emocional"

Hoy damos comienzo a lo que llamaremos el ARTÍCULO SEMANAL DE VIDIMAR.

Cada semana subiremos a nuestra página web un artículo informativo o científico con el objetivo de mostraros y que conozcáis diferentes conceptos, técnicas, métodos, etc... que son de gran importancia para trabajar con tercera edad. 

Damos comienzo a esta sección con "EL MÉTODO DE VALIDACIÓN Y SU UTILIDAD PARA MEJORAR LA COMUNICACIÓN CON PERSONAS CON DEMENCIA". Para ello os dejamos a continuación una pequeña parte del artículo de la Fundación Pasqual Maragall.

 

Naomi Feil era una mujer inquieta y pionera, con una firme voluntad de mejorar el acompañamiento a las personas que viven desorientadas a través de herramientas y técnicas. Así las nombró Naomi Feil: personas desorientadas, lo que supone una declaración de principios del método de validación. En esta denominación, se engloban todas aquellas personas diagnosticadas de demencia, sea debida a Alzheimer u otra causa.  Naomi Feil puso el foco más allá de la enfermedad: en el potencial de la persona desorientada, en sus motivaciones para seguir viviendo, en las necesidades psicosociales y en la expresión de sus emociones. 

“Validación” significa poner en valor, dar importancia a lo que las personas desorientadas hacen, dicen y sienten. Esto nos invita a verlas y acercarnos a ellas con otros ojos, seamos profesionales del cuidado y la asistencia o persona cuidadora de un ser querido con demencia. Naomi Feil nos propone no querer cambiar el comportamiento de la persona, ni pretender traerla siempre a nuestra realidad, sino simplemente estar disponible para la persona y acompañar aquello que esté expresando.

En un primer momento, el método de validación se denominó terapia de validación, término que se aleja de los principios originarios, ya que la finalidad no era rehabilitar a la persona, sino acompañarla. No hay nada que calmar, cambiar o mejorar en el comportamiento de la persona desorientada, a no ser que la propia persona lo solicite. Es preferible poder estar a su lado, sostener aquello que manifieste y confiar en que la persona será capaz de recuperar su equilibrio emocional por sí misma,  aunque pueda resultar disonante o paradójico para algunas de las personas cuidadoras que se enfrentan cada día a comportamientos de mucha complejidad. 

Para poder lograr esa comunicación y conexión con la persona, el método de validación se basa en tres aspectos: 

  • La actitud empática 
  • Los principios y teorías humanistas 
  • Las técnicas y herramientas de comunicación

 

 

ACTITUD EMPÁTICA

La empatía es la base del tipo de relación que se establece, entendiéndose como una actitud a desarrollar y a entrenar.

A menudo, nos relacionamos con las personas desorientadas con estrategias que se asemejan a la empatía, pero que realmente no lo son. Cabe destacar que las personas cuidadoras, que a menudo se sienten desbordadas, hacen lo que pueden, siempre desde una intención benevolente de mejorar la situación.

Imaginemos que estamos al lado de una persona desorientada de más de 80 años que llora desconsoladamente porque quiere ir a casa con su madre. Esta situación puede hacer aflorar nuestra propia tristeza o hacernos recordar nuestras propias pérdidas. Si no somos capaces de dejar a un lado nuestro dolor caeremos en la simpatía y seremos dos personas tristes. Otra estrategia a la que solemos recurrir es la distracción; invitar a la persona a realizar una actividad placentera para que olvide su tristeza: 

Vamos a merendar algo bien rico y así dejas de pensar en cosas tristes. 

Seguro que hemos dicho esto, o algo similar, en más de una ocasión. Este mecanismo, que utilizamos con frecuencia con el encomiable objetivo de que la persona deje de sufrir, puede funcionar momentáneamente, pero el malestar de la persona desorientada puede volver a aflorar en cualquier momento, pues su preocupación genuina sigue sin tenerse en cuenta. Orientar a la realidad dice más de nuestra necesidad de control. Este sería el diálogo interno de la persona cuidadora: 

Necesito que sepas que tu madre está muerta, que eres una persona adulta porque, si no, no sé cómo estar a tu lado.

Esta situación se agrava si la persona cuidadora es un familiar, por los lazos emocionales y de linaje entre ambas. Por mucho que la persona desorientada conecte con el momento y realidad presente y recuerde que ya está en su casa y que su madre murió hace años, la necesidad de sentirse querida, protegida o amada permanece. No por saber que su madre ya no vive la persona desorientada va a dejar de estar triste.

 

 

 

PRINCIPIOS Y TEORÍAS 

De todos los principios del método de validación el que mejor resume y nos da pistas sobre nuestro acompañamiento es el siguiente: 

"Detrás de todo comportamiento de una persona mayor desorientada siempre existe una razón".

Sabiendo esto, quizás podemos entender de otra manera a la señora que llora y quiere ir con su madre. Explicarlo solo desde la patología cerebral nos deja poco margen de maniobra. Entender que detrás del llanto (comportamiento) hay un motivo; tal vez una necesidad que lucha por ser satisfecha nos invita, como acompañantes, a actuar desde la empatía, ya que nosotros, como seres humanos y sintientes, también podemos sentir esa necesidad. 

¿Cuántos adultos maduros y responsables recurrimos a mamá o a cualquier otra figura maternal cuando estamos enfermos o en situación de peligro? Es poco útil etiquetar un comportamiento de una persona desorientada como consecuencia única de su enfermedad. Si somos capaces de acoger ese comportamiento y ver qué puede haber detrás, se nos abre un abanico de posibilidades de actuación.

 

 

 

TÉCNICAS Y HERRAMIENTAS COMUNICATIVAS

Las técnicas y herramientas de comunicación son el último pilar necesario para poder aplicar el método de validación.

Volvamos a la señora que llora porque quiere irse a casa con su madre. Imaginemos que hemos decidido acercarnos a ella con empatía, dejando a un lado el contagio emocional o sufrimiento que puede ocasionarnos la situación (si somos adultos responsables, más tarde deberemos hacernos cargo de aquello que hemos dejado de lado). Por lo tanto, no intentaremos traer a la persona a nuestra realidad, ni evitaremos su sufrimiento con distracciones, ni tampoco con la pretensión de querer calmarla, de hacer todo lo que esté en nuestra mano para que deje de llorar. Simplemente, nos centraremos, respiraremos profundamente para sentirnos en el presente y nos acercaremos a ella. Primero, nos sincronizaremos con ella, en este caso con su tristeza, para poder conocer e imaginar su mundo emocional, la miraremos a los ojos y, en la distancia adecuada, podremos reformular lo que ella me dice: 

"¿Quieres verla?"

También validaremos su emoción

"Me imagino que debe ser triste no poder estar a su lado".

Quizás la persona llore más en ese momento, tal vez sea lo que necesita. Llorar alivia. Poder expresar la tristeza ante un interlocutor empático y con la suficiente madurez para acogerla ayuda.

12-08-2025

PINOSO